(…) Contemplar cada una de estas piezas nos coloca en el lugar del fotógrafo-verdugo, confrontando la mirada del condenado, su lenguaje corporal y la frialdad del número que le asigna el sistema. Son rostros que evidencian la dureza del temperamento, el descaro risueño o el terror de una inocencia imposible de comprobar. Una prueba irrefutable sería la fotografía en ese momento, sirviendo como herramienta de medición y constatación criminal.
Esta exposición no sólo es una mirada sobre la fotografía penitenciaria, es una evidencia del uso de la herramienta fotográ ca por el poder –estatal– para establecer control sobre la población, desde el registro, la identi cación, el orden y el sometimiento.
SOPHIA DURAND
Fragmento de texto curatorial
Fotografía penitenciarias, siglo XIX. 2017