Mutaciones de Venus es un atisbo de esta realidad en movimiento, pero que centra su mirada sobre uno de sus protagonistas: la infinita mujer. Que se desnuda, aquí, como una suma de ecos y susurros; como una imagen cuya sombra es, en realidad, una larga memoria de formas de vida que se sobreponen las unas a las otras, complementándose. Y Mutaciones de Venus traduce esto en imágenes: la fotografía como documento vivo de la realidad se encuentra con la mirada de la artista, que la convierte en un velo que guarda detrás un sinfín de imágenes que son, a su vez, la máscara y el rostro, el disfraz y la persona. Esta muestra, pues, es una reflexión sobre esta metamorfosis, en cada uno de cuyos capítulos la mujer ha tenido que ser consciente de sí misma para gustar, al otro y a sí misma, conocer su propia integridad ante la mirada ajena como ante el espejo. Siluetas, vestidos y adornos no son sino las capas que conforman a ese ser que sigue sabiéndose carne y espíritu, persona y objeto, diosa y súcubo.