Un hombre y una mujer se lleva a cabo a partir de la apropiación de un archivo que le permite a Cunliffe proponer una serie de piezas que reflexionan sobre la visión ―las diferentes formas de ver― y la manera en la que se construye la sexualidad en la tercera edad. En relación con el tema de la visión es posible reconocer diferentes niveles que enriquecen la propuesta: primero está la forma de ver de César, él es el primer filtro de visión volcada sobre Paquita; luego mira Jorge Bustamante y decide recuperar el archivo; en tercer lugar mira Cunliffe y reorganiza todas las imágenes construyendo un espacio nuevo a partir de sus instalaciones; y para terminar el espectador es invitado a ver, a descubrir sobre el catre y a través de las lupas para nuevamente reinterpretar el discurso de la obra.
De otro lado, la propuesta de Cunliffe se presenta como una afirmación diferente frente a los estereotipos creados alrededor del sexo, siempre relacionado con la juventud y se propone, a su vez, como una ruptura y provocación frente a los tabúes del deseo sexual en la tercera edad. Así la fotógrafa hace uso del archivo para reflexionar sobre el elemento básico dentro del discurso fotográfico: la visión, y, al mismo tiempo, propone lecturas alternativas sobre la manera en la que concebimos la sexualidad.